¿Acaso un chaleco me hace merecer un trato mejor?

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Por lo general, las historias que son narradas aquí cuentan las experiencias y las situaciones que viven directamente las personas a las que apoyamos, pero esta vez contiene la voz de quien recibe y escucha todas estas historias para buscar con ellas posibles soluciones o alternativas frente a las problemáticas y situaciones que viven:

Recibí a Miguel Ángel en el punto de atención de SuperCADE. Los informadores del punto me contaron que era un menor de edad de 17 años que no estaba acompañado. Miguel me cuenta que se dirige a Cali, puesto que allí reside su madre y desea reencontrarse con ella. Dentro del proceso que debo desarrollar tengo que indagar un poco más y conocer cómo llegó hasta Bogotá, si ha tenido sus derechos cubiertos durante el viaje, si su madre sabe del viaje o si está moviéndose por otro motivo. Lleva tres días viajando desde Venezuela pero ya no tiene dinero para continuar con su recorrido. Ante esto, siempre consideramos que la reunificación familiar es esencial, hablé con FAMIG (La Fundación de Atención al Migrante) para posibilitar el recorrido, puesto que ellos les brindan una parte del pasaje, pero su requisito era contar con una carta de puño y letra de la madre que autorizara el viaje. Al momento de llamarla, su celular estaba apagado y eso imposibilitaba que Miguel siguiera solo.

Por lo anterior, le conté a Miguel sobre el ICBF, quienes son los garantes de derechos de los niños, niñas y adolescentes, en donde podría tener la posibilidad de ser acogido mientras contactaban a su madre y gestionaran su reencuentro. Al ver que no podía contactar a su mamá, decide pedir la asistencia al ICBF. Decidí acompañar a Miguel hasta el Centro Zonal para ponerlo a disposición de ICBF y para que no tuviera que estar por un largo tiempo esperando en el SuperCADE, pues su cara mostraba cansancio y sólo venía con un saco y un pantalón, no tenía más ropa. Después de contar con la autorización de la sede nacional para este traslado, me fui con Miguel hasta allí y mientras íbamos en el camino me contó que su abuela había muerto hacía cuatro meses, que ella era como su mamá, puesto que su madre biológica había migrado hacía más de seis años y no sabía mucho de ella y que había perdido el contacto con su padre desde hacía ocho años. Al ocurrir su pérdida, ya sólo quedaban él y su hermana, pero los malos tratos de su hermana lo llevaron a salir de su casa para buscar a su madre acá en Colombia.

Finalmente llegamos al Centro Zonal. Al ingreso nos solicitaron unos datos de identificación y al finalizar pasé por un lado de la máquina que escanea si hay elementos metálicos. Mientras me solicitaban mi número de cédula para sacar un turno, veo que a Miguel lo hacen pasar por la máquina, le obligan a quitarse sus zapatos y revisan exhaustivamente que no cuente con cosas metálicas. En ese momento quedé en shock porque a mí no me hicieron ese registro ni ese chequeo y que incluso si yo lo viviera, me hubiera sentido flagelada. Pero Miguel lo tomó con calma, casi como si fuera común que le sucedieran este tipo de cosas.

Una vez que estamos en el mostrador con la profesional de atención al ciudadano del ICBF, me pregunta sobre la historia de Migue. Después empieza a hacer preguntas como de dónde vino, su edad y demás información personal de Miguel que sólo puede responder él, pero su mirada sólo se dirigía a mí, casi como si anulara la presencia de Miguel.

Cuando se le informa que Miguel tiene 17 años y va a cumplir en 3 semanas la mayoría de edad, duda sobre si debe recibirlo por lo que consulta a la Trabajadora Social del Centro. Ella baja y vuelve a la misma dinámica del primer profesional. Tengo que decir que encontré cierta resistencia para recibir el caso, pero era claro que, al ser menor de edad, la responsabilidad recaía sobre el ICBF.

Esto me ha hecho pensar en los otros casos que he reportado, puesto que no sé realmente si todos han sido recibidos para estar bajo protección, cuánto han tenido que esperar para ser atendidos y cómo han sido los tratos y cuidados que han recibido. Esto lo desconozco, puesto que una vez que un niño, niña o adolescente entra a un proceso con el ICBF, no nos brindan información sobre ellos.

Me entristece que los procesos al ser masificados terminen siendo deshumanizados, como con Miguel y que todo sea una necesidad sólo por cumplir metas, indicadores y demás. Aún pienso que el trato más amable lo recibí yo, como si el ser adulta y tener un chaleco que me identifica como parte de una organización de ayuda, me hiciera mejor que Miguel...

Al momento de dejar en el Centro Zonal a Miguel, le dije que apenas estuviera fuera del centro de protección, retornara al punto SuperCADE Social para buscar alguna manera de apoyarlo con los múltiples servicios de las distintas organizaciones que se encuentran allí, y asimismo me contara sobre su experiencia durante su estancia con el ICBF.

Así que después de un mes y medio, mi compañera que estaba ese día en el punto de atención me informó que Miguel llegó a buscarme, pero como no estaba allí, le dijo que regresaría después. Al día siguiente, cuando yo estaba en el punto de atención, llegó Miguel quien tenía un aspecto y un semblante totalmente distinto, en esta ocasión se veía descansado, limpio y más tranquilo.

Empezó a contarme cómo fue el recorrido que realizó una vez nos despedimos. Estuvo hablando con la Trabajadora Social sobre toda su historia y los motivos por los cuales se sintió en la necesidad de salir de su país. Una vez finalizó su relato, fue trasladado a un centro de emergencia, en donde Miguel me dice que lo trataron muy bien y se sintió cómodo. Posterior a ello, los niños, niñas y adolescentes son enviados a centros de protección según el tipo de necesidad. Él llegó a uno en donde los menores proceden generalmente de la calle, en donde algunos tienen consumos experimentales de sustancias psicoactivas.

Me relata que su experiencia allí no fue del todo positiva como en el centro de emergencia, puesto que era frecuente que los castigaran, obligándolo a permanecer de pie por una hora y que esto variaba dependiendo de las infracciones que cometían.

También me cuenta que tiene una novia que está en Venezuela y que estaba embarazada cuando él estaba bajo protección, pero que hacía unas cuantas semanas nació su hija y ella se convirtió en la motivación para trabajar y seguir adelante. De igual manera, me dice que cuando salió del centro, ya había hablado con su mamá y ella lo puso en contacto con una amiga suya que vive en Bogotá y que le daría alojamiento mientras buscaba la manera de llegar a Cali, donde precisamente se encontraba su mamá. Después de unas tres semanas de estar con la amiga de su mamá, se acerca al punto SuperCADE Social donde ocurre el relato.

Al saber que su motivación era la reunificación familiar, realicé la remisión del caso a FAMIG, ya que ellos cuentan con el servicio de transporte humanitario para que los migrantes puedan llegar a sus destinos sin tener que exponerse a los riesgos que conlleva caminar. Es así que, ese día tuvieron la oportunidad de apoyarle con la totalidad del pasaje.

Ese día a las cuatro de la tarde, Miguel se puso en camino hacia Cali para encontrarse con su mamá. Le solicité que me escribiera para saber que había llegado seguro a su destino. Así lo hizo, me contó que ya contaba con un trabajo para empezar a enviarle a su hija y a su novia los recursos económicos para el sostenimiento de ellas y que se encontraba tranquilo al lado de su mamá.